A la sección 3 del ensayo le cambié el título (de "La pose" a "Una singularidad y dos o tres pluralidades") y le quité más de la mitad de su contenido, que –con otras divisiones– acaba de ir a formar otro ensayo (“La pose”, aún en borrador). Lo eliminado fue esto (y a continuación seguía lo que quedó ahora de la sección 3 retitulada):
La idea de retratar a alguien está bastante pegada a la idea de retratar a alguien que está posando. Y el que posa es alguien que está esperando ser registrado y –en la buena o mala medida de lo posible– controlando cómo.
La pose busca controlar la imagen capturada que se va a mostrar, que va a pasar a ser pública. Entregamos una imagen para que no nos la capturen por sorpresa, sin que nos hayamos preparado.El que posa es alguien que se queda quieto y mira a cámara (o no) y sonríe (o no). Y se nota que está posando también si posa de estar haciendo algo, como en las fotos escolares donde se mira a cámara y se sostiene una lapicera ajena y mentirosa; el fotógrafo no sorprende a un alumno en plena tarea: caracteriza de alumno típico a un chico –que en este caso es un alumno– y lo retrata. Es la composición de una escena, no el registro de un momento.
Si uno ve una foto de uno con el cuchillo a punto de cortar la torta en su fiesta de casamiento, piensa que ahí se ha capturado el momento en que se cortó la torta, apenas suspendido lo que duró posar para la foto. Puedo dar fe de un caso para el que esa presunción sería errónea. Vi a V posar con el cuchillo en la inminencia del corte y dejarlo en la mesa después de la foto, tan limpio como lo había encontrado. Quien debía ser registrado protagonizando el momento compuso la escena a fotografiar, y con eso le impuso un recuerdo a los futuros V, que habrán olvidado (como el V actual) que aquella vez sólo posó, que no cortó ninguna torta, como les quiere hacer creer la foto.El arte de la estatua viviente es la inmovilidad prolongada; la gracia es interrumpirla a la gorra. Al menos por estos lares, creo que al principio las estatuas vivientes hacían de estatuas que estaban en poses estáticas. Luego empezaron a hacer de estatuas que fingían un movimiento, como el del avance esforzado a través de un viento fuerte que le dobló el paraguas y le hace flamear el piloto. Esa pose ya no es la de alguien que espera el registro que sabe que harán y se queda quieto y mira a cámara y sonríe (o no), sino la de alguien que finge estar ajeno a todo eso luchando contra una tormenta imaginaria en un día de sol.
¿A quién se le sonríe en las fotos? A nadie en particular, salvo que sea una foto dedicada (y puede que ni siquiera). Se les sonríe a unos ojos eventuales, incluyendo los propios (y a veces empezando: “¿A ver cómo salí?”). Se tiene conciencia de que es algo que va a quedar. La sonrisa finge ser un síntoma espontáneo de alegría o felicidad, algo más intenso que el bienestar. Pero además de hacer creer que cumplo con las mejores expectativas, les gesticulo a los que me verán, como si los estuviera viendo a través de una ventana. La pose tiene eso de fingir que estamos viendo a alguien, como los actores que fingen mirar al personaje animado que se creará después en una computadora.
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