Le agregué al ensayo dos tuits en la sección 2, sobre el final. Ahora quedó así:
- “La espera de un regalo es la espera de que se hayan comprendido nuestras señales.”
Alejandro Dolina (“La venganza será terrible”, 1 de junio de 1995, 1:48 a.m.)
1.
El cartel fue escrito para un primerizo. Para el que ya tiene experiencia ante esa puerta, la fe en que su señal ha sido recibida depende de que la espera dure aproximadamente lo mismo que las anteriores.
Excedido ese tiempo, el conocedor vuelve a tocar el timbre que no puede oír y el nuevo pasa a golpear el vidrio. (Insisto: sólo para este último tipo de visitantes fue hecho y colocado el cartel, que también cumple el típico rol de informar al que no sabe.)
El promedio de esa duración el habitué lo extrae de su experiencia ante esa puerta; el primerizo, de su experiencia ante cualquier puerta. Si fue necesario poner el cartel, es porque esta duración era más breve que aquella y la impaciencia llegaba antes.
De una u otra manera, necesitamos saber o poder creer/confiar que nuestras señales han sido recibidas, igual que un músico necesita tener retorno en el escenario. Además del lugar en el que está, el que emite señales necesita estar de algún modo también en el lugar de quien las recibe.
2.
Un Te quiero o Te amo es auténtico (emociona como tal, estremece su caricia) cuando es redundante; no cuando informa, sino sólo cuando explicita lo que ya sabemos por otros medios o gracias a otras señales. Algo falla si ese Te quiero es una noticia. Una señal así no puede llegarnos por sorpresa, sin que la esperemos siquiera un poco; su demasiada novedad la haría inverosímil, si es que no directamente inaudible.
El amor se mide por las acciones y omisiones que es capaz de suscitar = No existe el amor; existen las pruebas de amor = O mide o no existe.
— el Zambullista (@Zambullista) 5 de abril de 2016
pero cuya falibilidad recién se nos hace visible (cuando no evidente) con la apostasía.
— el Zambullista (@Zambullista) 11 de abril de 2016
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