Anteayer gregué los 4 tuits del 8/11/20 que cierran la sección 1 (que tuvo su reformulación). También le agregué la foto del vestido viral (azul y negro). Así quedó el ensayo:
1.
X te vende un detector de una enfermedad que inventa y un amuleto que te protege de contraerla.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Si no supiéramos eso, para el silencio del detector serían indistinguibles la razón de un amuleto infalible y la razón de un detector, un protector y un dañador falsos.
Son los cuatro roles básicos del Mafia (sacando a Dios, que sólo dirige y relata): el ladrón (la enfermedad) que intentará matar a alguien (a vos); el policía que intentará evitarlo descubriendo al ladrón (el detector); y el médico que intentará evitarlo salvándote (el amuleto).
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Tu rol real es de cliente, no de paciente. Pero que este y los otros roles sean truchos no significa que lo sean sus efectos: tu engaño.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Le compraste a X el amuleto como Homero a Lisa la piedra aleja-tigres. De afuera se te ve creyendo en él como el emperador en su traje nulo. pic.twitter.com/XZLjmnZBgw
Antes de meternos en el cuento de Andersen “El traje nuevo del emperador”, sobrevolemos la zona de este tipo de poderes. Están el amuleto que compraste, la piedra que compró Homero, el traje que compró el emperador. Sumo el poder de los hechiceros en “El informe de Brodie” (JLB): https://t.co/euDQLyBhsk
— el Zambullista (@Zambullista) November 8, 2020
La presencia de hormigas el vulgo la ofrece como prueba del poder hechiceril.
— el Zambullista (@Zambullista) November 8, 2020
Para Homero la ausencia de osos es prueba del poder de la patrulla anti-osos.
La ausencia de tigres Lisa la pone como una prueba absurda y Homero la toma como una prueba válida del poder de la piedra.
No ver la tela es prueba de ser tonto o usurpador y, sobre todo, de su poder detector, como no ver osos, tigres o enfermedades es prueba de un poder protector. Son 4 poderes en acción, bien presentes.
— el Zambullista (@Zambullista) November 8, 2020
En cambio, ver hormigas es prueba de un poder que actuó antes: siempre pasado.
O invisible y actual o visible e inactual: los 2 combos de un poder blindado a cualquier chequeo, tan indemostrable 🙄 como irrefutable 😎, pero igual de activo que si estuviera probado. O más, si lo flojo de papeles se compensa reforzando la fe ciega.
— el Zambullista (@Zambullista) November 8, 2020
A las pruebas me remito.
2.
Te parecés al rey en su etapa crédula.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
En la otra, todos gritaron “¡No lleva traje!” y «se sintió inquieto, porque pensó que tenían razón, pero se dijo:
—Debo seguir en la procesión.
Y se irguió con mayor arrogancia y los chambelanes le siguieron portando la cola que no existía».
El emperador subió la apuesta cuando ya la había perdido. La pose de mayor arrogancia aumenta el contraste que aumenta el ridículo que todos acaban de descubrir. ¿Por qué volverían a fingir ver un traje en el que habían dejado de creer? Ya no tenían que disimular por su bien.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Pese al amplio consenso («todo el pueblo» y ahora también él), el emperador insiste en mantener su versión de las cosas. Prefiere ese ridículo al de estar desnudo en público, indigno de su cargo y exhibiendo lo tonto que fue.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
¿Tiene la fuerza para imponer una verdad delirante?
Los chambelanes no necesitan creer en esa verdad para acatarla; su rol lo cumplen vestidos. Como el emperador no, necesita ser o fingir ser el único que no ve el ridículo que hace. Fingiéndolo evita la locura o la idiotez de creerse vestido y la humillación de aceptar que no.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Se le aplican dos lugares comunes: la procesión va por dentro; por fuera, el show debe seguir.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El emperador se disfraza de convencido. No convence, pero su sobreactuación te dice qué quiere que sostengas, lo creas o no. Pasa que haciendo el ridículo es difícil hacerse respetar.
No es imposible, pero requiere una fuerza inversa que compense esa, que debería derribarlo; requiere una ferocidad tan grande y alevosa como la mentira que nos quiere imponer.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El cuento termina antes, con el emperador en ridículo. Pero su versión feroz tiene sus émulos.
Los méritos de inteligencia y desempeño del emperador ya venían mal; el desenlace fue sólo un colmo.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Gastaba todo el dinero en vestidos; tenía uno «para cada hora del día». Esa afición lo alejó del Estado (“El emperador está en el ropero”, se decía) y lo acercó a dos estafadores.
En el Edén, antes del consumo que les abrió los ojos, «estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban» (Génesis 2:25).
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Como el emperador, no veían su desnudez; a diferencia suya, cuando la vieron se cubrieron y se escondieron: no la negaron, no fingieron no verla.
3.
¿Te parecés al emperador también en su etapa negadora? ¿O ni siquiera llegás a pensar que tienen razón lxs que te dicen que el mal, el detector y el amuleto no existen? Ciego/a/ue: ¿sos o te hacés?
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
No es gratis asumir el engaño, pero vos tenés menos para perder que el emperador.
Para empezar, no tenés ese cargo. Para seguir, no sufrís la vergüenza de tu desnudez pública.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Si aceptaras que X te estafó, sufrirías la vergüenza pública de descubrirte poco inteligente. Si el emperador aceptara que lo engañaron, sufriría eso pero haciendo el ridículo en bolas.
¿Sufriría más de lo que sufrió cuando se creyó merecedor de no ver el traje?
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
«—¿Qué es esto? —pensó el emperador—. ¡No veo nada! ¡Qué horror! ¿Seré tonto? ¿O es que no mereceré ser emperador? ¡Es lo último que podía ocurrirme!»
¿Lo que le ocurrió después era lo penúltimo?
Tres noticias recibe de la vox populi el emperador: que no era el tonto o el indigno que creía; que era el tonto e indigno que no esperaba ser, el soberano embaucado por dos forasteros; y que estaba desnudo y todos lo sabían.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
La 2ª y la 3ª reafirman lo que la 1ª desmiente.
No hay 1ª sin 2ª (la 3ª no la reciben súbditos ni cortesanos; sólo él).
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Pero ponele que sí: te quitan la etiqueta TONTO/INDIGNO porque se descubrió que el detector estaba en Modo Evil y a todos les decía lo mismo. ¿Cómo sabés que estás entre los no tontos/indignos detectados? pic.twitter.com/ym7ErbamRY
4.
¿Podría el emperador haber sido un falso positivo? ¿Creerse algo así no lo revela ya zonzo?
— el Zambullista (@Zambullista) November 7, 2020
En este mundo desencantado, sí. Pero en ese mundo «todos sabían qué maravillosa propiedad tenía la tela», incluidos el ministro juicioso y el funcionario que descarta no verla por tonto.
Un detector made in un mundo donde lo maravilloso es verosímil no detectaría a nadie como tonto por creer en esa propiedad.
— el Zambullista (@Zambullista) November 7, 2020
Pero aceptarla como es requiere una fe más ciega. Si en vez de «convertirse en invisibles» cambiaran de color, los trajes deberían existir para funcionar.
Un detector así te dice que te fue mal en un test de inteligencia y/o en un test de nivel. (Si te fue mal en ambos, ¿dos invisibilidades son más invisibles que una?)
— el Zambullista (@Zambullista) November 7, 2020
Un test te dice que estás demasiado bajo en una tabla de posiciones; el otro, que estás demasiado alto en otra.
La primera detección te ubica en una tabla de inteligencia; la segunda te reubica en la tabla de méritos para el cargo que ocupás.
— el Zambullista (@Zambullista) November 7, 2020
La primera te dice tonto; la segunda, okupa: una debilidad y un error (sos inocente de estar más alto de lo que merecés) o una impostura (no lo sos).
En un nivel de idioma importa que te hayan ubicado bien, pero tanto si estás más alto (te aburrirías) como si estás más bajo (te frustrarías).
— el Zambullista (@Zambullista) November 7, 2020
En cambio, la tela no detecta si estás más bajo de lo que merecés; sólo si estás más alto. Baja sobrevalorados y no sube infravalorados.
Lo otro que detecta es si sos uno de los «sobremanera tontos».
— el Zambullista (@Zambullista) November 7, 2020
Ahí donde la tela usa 1 tabla de posiciones, con la tontera en sus últimos puestos, el consejo paterno en el dibujo de Quino usa 2: es preferible llegar a ser el último de los tontos que el último de los inteligentes. pic.twitter.com/lcNu42WQRB
Toma 2: es preferible llegar a ser el mejor del peor grupo que el peor del mejor.
— el Zambullista (@Zambullista) November 7, 2020
Toma 3: tener éxito importa más que en qué nivel; mejor bajo y ganador que alto y loser.
Si el eje fuera el poder y no la inteligencia, su consejo sería preferir ser cola de león a cabeza de ratón.
5.
La invención de Morel consigue hacerle creer al fugitivo que la imagen de Faustine es Faustine. El truco es audiovisual y depende de máquinas.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El truco de los tejedores es conceptual: con chamuyo, ingienería social y mucha mímica, hacen creer que en el telar vacío hay una tela.
Suben la apuesta: luego hacen creer que en el cuerpo desnudo del emperador hay un traje, que otros ven y yo no.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Si lo creo un detector, creo en el traje tanto si lo veo (podría pasar, si existiera) como si no lo veo (pasa siempre).
🎶Aunque no lo veamos, el traje siempre está🎵
Jugando con un anagrama, la tela mágica no se apoya en el telar, sino en la letra, que acá entra sin sangre. No forzaron nada. Se hicieron dar oro, sedas y el título de Caballero Tejedor sólo haciendo creer cosas con palabras.
— el Zambullista (@Zambullista) November 3, 2020
Un detector de mentiras nos habría dejado sin cuento.
Los tejedores protegieron su culpa con dos culpas de adultos que compiten por el éxito y el progreso. De ellas es inocente el niño, por lo que si él no ve el traje, es que no hay.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Los tejedores no previeron que su detector iba a ser sometido a un detector de detectores falsos.
Pero esa detección no los perjudica: el emperador decidió ignorar la desmentida.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El estafado se hace cómplice de sus estafadores ni bien descubre la estafa. Si no la descubriera en medio de una procesión y ante una multitud de súbditos, otro gallo cantaría.
Este calla y sigue.
Para que nadie boqueara, los ilusionistas debían ser abarcativos. No lo lograron usando dos rasgos que cualquiera tiene, sino que nadie desea tener o que se sepa que tiene.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
En alguno de esos dos pozos sociales vas a temer caer. En alguno vas a creer haber caído y a fingir que no.
6.
Para venderte el kit, X te trabajó el miedo (te impuso algo a evitar, una enfermedad). Para venderle el traje al emperador, los tejedores le trabajaron el deseo (de «las telas más espléndidas»), la ambición (de un detector de tontos e ineptos) y el miedo (a ser detectado).
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Los súbditos, desplazados por los trajes en el interés del emperador, no compartían su deseo fashion, pero sí su ambición («todos estaban deseosos de ver lo inútil o tonto que era su vecino») y su miedo («nadie quería que se pensase que no veía nada»).
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Empezaron ambicionando un sentido extra de las vulnerabilidades y falsedades ajenas y terminaron descubriéndolas propias y temiendo no poder ocultarlas y derrumbarse socialmente.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Temieron que alguien les hiciera lo que ellos ambicionaban poder hacerle a cualquiera.
Eva no sabe qué son el bien y el mal y qué es discernirlos, pero lo ambiciona porque ese superpoder la igualará a Dios. (Eva pone la piedra angular de la torre de Babel.)
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El castigo incluirá la expulsión del Edén. Un destierro así teme sufrir cada súbdito si se revela su secreto.
Enterados de que no hay traje, descubrir que estaban guardando un falso secreto y que sus vidas sociales no estaban amenazadas por una catástrofe, da un alivio mayor que la vergüenza del EMOSIDO ENGAÑADO (no es tanta como para hacerlos callar el descubrimiento, como la otra). pic.twitter.com/5yQPbzpgcH
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Adán y Eva estrenan la detección moral con su desnudez, que cubren. Cuando sus ojos son abiertos lo primero que ven es un Ojo mirando sus cuerpos, cual detector de males.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
En el otro reino, todos estrenan la detección de tontos y arrivistas consigo mismo, y cubren el resultado.
Oficialmente no hubo ningún detectado; extraoficialmente, todos. Cada uno se creía el único que no veía y que lo disimulaba. El miedo los convirtió en una multitud de solitarios.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El traje que vestía al emperador los había desnudado. ¿Cómo no iba a viralizarse que todo era falso?
El terror que nos provocan esas desgracias sociales son la otra cara del deseo intenso de estar en sus antípodas, de ser feliz integrando una pareja y/o un grupo, una familia, una hinchada, una nación, una corriente, etc.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Serás lo que debés ser —un bicho social— o no serás nada.
7.
A diferencia de la enfermedad que te vendió X, los tontos y sobrevalorados existen.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El detector que compraste vos es falso porque no existe lo que dice detectar. El que compró el emperador es falso porque no detecta lo que dice detectar. Pero es eficaz haciendo cómplices.
Por supuesto que entre los "detectados" están todos los tontos y los indignos, pero porque están todos. Detectar es distinguir, separar los que sí de los que no. Y una tela que combina la inexistencia y esa detección no excluye a (casi) nadie de la idiotez o la indignidad.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
En un mundo de sólo tontos o indignos, ese detector imaginario y uno real serían indistinguibles.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Detectando a todos sin distinguir a nadie, esa tela inexistente es como el reloj del Sombrerero Loco, que no dice la hora porque en esa merienda de locos la que hay dura mucho. pic.twitter.com/x7yejCpwpyO es como sería el reloj de Alicia si ahí estuviera parado en las 6, lo que no lo diferenciaría del reloj del Sombrerero. (Un reloj parado da la hora exacta cada 12, razonó Lewis Carroll.)
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Una detección indiscriminada, una hora ausente y otra única: tres modos de no distinguir.
El punto ciego de la treta es que hay seres con ojos y lenguaje a quienes no se aplica ninguna de las causales de ceguera.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Los niños aún no juegan al juego de la vida social donde esas causales son una falla (no funcionás como deberías) y una falta (no estás donde deberías).
Cuando el ministro que «tiene buen juicio» y «desempeña su puesto» a la perfección no ve la tela, lo disimula elogiándola con lo que le dijeron los tejedores: «¡Qué dibujos y qué colores!».
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El traje es menos notorio al taco: «es tan ligero como una tela de araña»; ni te enterás.
El emperador es como el burrito del teniente, que lleva carga y no la siente.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Pero no sentirla está bien; está mal no verla (más con esos colores y dibujos). Y es así hasta que «la voz de la inocencia» les hace ver que no hay nada para ver, por mucho que el tipo se yerga.
8.
Los súbditos no silencian el descubrimiento que les delata una tontera puntual porque también los libera de una tontera y/o de un indignidad constitutivas.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
El emperador lo silencia y hace oídos sordos porque a él le pega doble en la línea de flotación de lo humano.
Erguido, el animal racional que es el soberano ve cómo se suman el bochorno que le afecta lo racional (fue crédulo, como todos) y el que lo muestra como un animal, andando desnudo por ahí.
— el Zambullista (@Zambullista) November 2, 2020
Podría ser el sueño de un perro que se hace pasar por emperador, lo descubren e insiste.
No sé si me despierto en defensa propia o me despierta un pico o una meseta alta de angustia y estrés porque todo está por cambiar muy para mal. Me rodearon; me están por asaltar y pegar. Me despierto.
— el Zambullista (@Zambullista) November 3, 2020
La pesadilla del perro terminaría en el mismo punto que el cuento de Andersen.
Lo de verse de golpe desnudo en público es otra pesadilla típica. El emperador se entera y hace la de tapar el sol con un dedo. Antes de que veamos con qué efectos, la historia termina. Justo en el inicio de una catástrofe social, como terminan esas pesadillas y “La niña santa”.
— el Zambullista (@Zambullista) November 3, 2020
Desde el inicio el cuento nos dice que no lo quiere al emperador; nos pinta un dechado de defectos.
— el Zambullista (@Zambullista) November 3, 2020
El final lo deja como tantas escenas dejaron al Coyote: parado en el vacío, tan sostenido como la tela en manos de sus chambelanes.
Es “La espera” terminando «En esa magia estaba.» pic.twitter.com/iVBstpRehA
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