Acabo de decidir partir el ensayo en dos, porque lo que venía continuándolo (con las PD) había pasado a referirse sólo del duelo que está haciendo mamá, y ya no de la pérdida de papá en relación con las pérdidas de Charly y del cuadro de Jorge Larco. Como parte 1 del nuevo ensayo, que todavía no tiene título, irá la sección de acá "Domingo 19.5.19", con imagen del ColorNote y el tuit del 19 y los dos del post scriptum. La parte 2, "Siete días después (Continuación)", irá desde el tuit "Si una pérdida no es irreversible, no es pérdida".
Entonces, hasta ahora se veía así "De pérdidas y ausencias":
Domingo 19.5.19
Hoy me vuelven estos versos que escribí a los 20 en el Huechulafquen:
— el Zambullista (@Zambullista) 20 de mayo de 2019
El tiempo es un abuelo que nunca ha sido padre.
Memoria en la roca es el futuro de cada acto,
y hay un recuerdo intacto de todo cuanto quiso ser en vano.
A veces las palabras que te expresan vienen de lejos.Post scriptum
— el Zambullista (@Zambullista) 8 de junio de 2019
Veinte días después
Si necesitás mostrar una emoción, en vez de (o más que) comunicar una idea, las palabras te expresan por el tono, no por el sentido. Podés llegar a decir treinta y dos palabras para decir una, pero con el tono que tiene sonando con ellas.Necesitás vestir de luto, no desnudar una verdad. El tono viste; el sentido desnuda (o eso pretende). Por eso no importa mucho qué dicen las palabras que te expresan. Mientras te vistan con el tono adecuado, que hablen de lo que quieran. Necesitás hacer un duelo, no una tesis.
— el Zambullista (@Zambullista) 8 de junio de 2019
1. Cuatro días antes
—Hablemos de “La chica que esperaba era infinita / como el bajo que perdí” (Charly, “Curitas”).
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~El tamaño los conecta. La chica que venía y el bajo que se fue son infinitos en direcciones opuestas. Hay una expectativa (futuro) y una nostalgia (pasado).
—HABÍA una expectativa.
~¿Y yo que dije?
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—HAY.
~Bueno, un presente de otra época.
—En el de ahora, la voz cantante evoca (una expectativa pasada) y añora (lo que una pérdida se llevó).
~Ese bajo es un paraíso perdido; la chica, uno prometido.
—Pero uno ahora sigue perdido y el otro ya no está prometido.
~Sí, pero eso no quita que una infinitud suceda (o haya sucedido) mirando al futuro (durante una espera) y la otra mirando al pasado (durante un duelo). El puente entre la chica y el bajo es la infinitud, no cuándo sucede.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—Ok, me convenciste. Hablemos de las dos hipálages.
~Infinitos no son la chica y el bajo, sino sus ausencias: la ausencia infinita de la chica esperada y la ausencia infinita del bajo perdido. La chica acapara todas las posibilidades de llegada; el bajo, todas las de regreso.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—Y el cuadro de Jorge Larco, todas las de estadía.
~¿?
—En “The unending gift” (Borges), el cuadro que prometió Larco pasó, con su muerte, de esperado a perdido. Pero «en la promesa hay algo inmortal» y el vacío se llenó con otra infinitud: la tela «ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma».
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~Otra ausencia infinita.
—¿O una presencia virtual, libre de ocupar «un lugar prefijado», infinita a fuerza de ser plenipotencial? Borges hizo de una promesa incumplible un regalo infinito y celebra que no cese. A otras ausencias las hace infinitas un deseo de que cesen (ellas y la espera y la pérdida).
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
2. Siete días después
~El deseo como inflador. Si el bajo no fuera añorado y la chica no fuera esperada, sus ausencias no serían infinitas.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
—Son como las paralelas: se juntan en el infinito.
~Junto a esa común magnitud escalar hay una vectorial. Y ahí se diferencian apuntando en el tiempo.
—Complejo.
~El futuro está abierto: el deseo de que cesara la espera todavía era cumplible. El pasado está cerrado, es irrevocable: el deseo de que cese la pérdida viene incumplible de fábrica. Una ausencia es reversible y la otra es irreversible.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
—La espera es reversible; la pérdida, no.
~Si una pérdida no es irreversible, no es pérdida. Las de salud o plata, por caso, no se viven como pérdidas; en su horizonte hay una recuperación, no un vacío. Pero las pérdidas de la juventud (vejez), del yo (deterioro cognitivo severo) y de la vida (muerte) son irreversibles.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
—La muerte no tiene edad, como la vejez y el deterioro cognitivo severo que a veces la acompaña. Su orden en la lista es libre.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
~Su presencia en cualquier lista final de pérdidas es inevitable.
—A veces es la única, la muy prematura.
~Las ordené según las está cursando mi madre.
—😔
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
~La muerte puede ser propia (no sufriré su irreversibilidad) o de un ser querido (sí la sufriré). Un ser querido puede ser un bajo, como el que perdió Charly, o un padre, como el que perdí hace 7 días.
—Mi pésame.
~Gracias.
—La muerte es una ausencia irreversible.
~La única. pic.twitter.com/viLHP5j7Xl
—Las otras son reversibles, cierto.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
~Al año ya estamos jugando a las ausencias reversibles:
—“¿Dónde está el nene? ¡Áca taa!”.
~En nuestro primer juego ya estamos conjurando el final de juego. Para vivir nos entrenamos viendo volver lo que se fue, algo que con lo muerto no pasa. pic.twitter.com/VDyOfuOZBV
Post data
— el Zambullista (@Zambullista) 29 de mayo de 2019
3. Diez días después
~Cuanto más tarda en volver, más se acerca a lo muerto. Al 8º día mamá, que aún no sabe, se despertó llorando. Decía que sus padres acababan de morir (murieron hace mucho, en años diferentes). Eso mide (pesa) el dolor por la pérdida de su marido.
Post data II
— el Zambullista (@Zambullista) 2 de junio de 2019
4. Catorce días después
—Alta sustitución.
~Sí y no, creo. Sustitución cabal sería si tuviera la noticia de la muerte reciente de su marido y la reemplazara por la de las muertes remotas y separadas de sus padres, convertidas en recientes y simultáneas.
—¿Entonces?
~La ausencia tenaz de su esposo y la intuición de su causa le produjeron un pesar que, a falta de la noticia real, su cerebro asoció a la noticia de la muerte de sus padres, que también era real pero necesitó ser editada. No cuadraba que una orfandad tan antigua pesara tanto.
— el Zambullista (@Zambullista) 2 de junio de 2019
—😔
Post data III
— el Zambullista (@Zambullista) 9 de junio de 2019
5. Veintiún días después
~El martes se lo dije.
—😮¿Cómo reaccionó?
~Primero entendió quién había muerto; no lloró, pero sus ojos se humedecieron. Luego, pasaba de reconocerlo a desplazarlo con SU padre, que “ahora murió del todo”.
—Duele menos así, diría Freud.
Post data IV
— el Zambullista (@Zambullista) 11 de junio de 2019
6. Veintitrés días después
~Para sufrir menos, estrenó su viudez canjeándola por una brusca orfandad total. Y aun así, amaneció dos días seguidos llorando desconsolada, aunque de sus padres nunca hable con afecto.
—¡Uh, lo que habría sufrido sin ese desplazamiento!
Ahora se ve así (sobre el final irá un link al nuevo ensayo cuya parte 2 continúa el diálogo con que termina este):
—Hablemos de “La chica que esperaba era infinita / como el bajo que perdí” (Charly, “Curitas”).
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~El tamaño los conecta. La chica que venía y el bajo que se fue son infinitos en direcciones opuestas. Hay una expectativa (futuro) y una nostalgia (pasado).
—HABÍA una expectativa.
~¿Y yo que dije?
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—HAY.
~Bueno, un presente de otra época.
—En el de ahora, la voz cantante evoca (una expectativa pasada) y añora (lo que una pérdida se llevó).
~Ese bajo es un paraíso perdido; la chica, uno prometido.
—Pero uno ahora sigue perdido y el otro ya no está prometido.
~Sí, pero eso no quita que una infinitud suceda (o haya sucedido) mirando al futuro (durante una espera) y la otra mirando al pasado (durante un duelo). El puente entre la chica y el bajo es la infinitud, no cuándo sucede.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—Ok, me convenciste. Hablemos de las dos hipálages.
~Infinitos no son la chica y el bajo, sino sus ausencias: la ausencia infinita de la chica esperada y la ausencia infinita del bajo perdido. La chica acapara todas las posibilidades de llegada; el bajo, todas las de regreso.
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
—Y el cuadro de Jorge Larco, todas las de estadía.
~¿?
—En “The unending gift” (Borges), el cuadro que prometió Larco pasó, con su muerte, de esperado a perdido. Pero «en la promesa hay algo inmortal» y el vacío se llenó con otra infinitud: la tela «ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma».
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~Otra ausencia infinita.
—¿O una presencia virtual, libre de ocupar «un lugar prefijado», infinita a fuerza de ser plenipotencial? Borges hizo de una promesa incumplible un regalo infinito y celebra que no cese. A otras ausencias las hace infinitas un deseo de que cesen (ellas y la espera y la pérdida).
— el Zambullista (@Zambullista) 15 de mayo de 2019
~El deseo como inflador. Si el bajo no fuera añorado y la chica no fuera esperada, sus ausencias no serían infinitas.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
—Son como las paralelas: se juntan en el infinito.
~Junto a esa común magnitud escalar hay una vectorial. Y ahí se diferencian apuntando en el tiempo.
—Complejo.
~El futuro está abierto: el deseo de que cesara la espera todavía era cumplible. El pasado está cerrado, es irrevocable: el deseo de que cese la pérdida viene incumplible de fábrica. Una ausencia es reversible y la otra es irreversible.
— el Zambullista (@Zambullista) 26 de mayo de 2019
—La espera es reversible; la pérdida, no.
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