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martes, 13 de junio de 2017

Las direcciones del tiempo 007 (3.1.0)



Ayer y anteayer le hice cambios a la última versión del ensayo, tanto agregados como supresiones. Hasta recién se veía así:



1.

Algo común a todas las figuraciones que nos hacemos del tiempo es que es un flujo, una corriente: “El tiempo pasa”. (Y gracias a eso –o por culpa suya–, “Todo pasa”.) La pregunta es en qué dirección.
Pero una pregunta previa es cómo definimos la dirección, de qué a qué decimos que se mueve el tiempo. Borges, por ejemplo, en “Historia de la eternidad” ve igual de «ilógica» la «creencia común» de que fluye del pasado al futuro y «la contraria», que dice que discurre del futuro al pasado (la idea escolástica «del tiempo como fluencia de lo potencial en lo actual» «es afín» a la idea de los versos de Unamuno: “Nocturno el río de las horas fluye / desde su manantial que es el mañana / eterno...”).
Puede que no sean creencias contrarias sobre un mismo tema, el tiempo. Me parece que la «creencia común» habla de un navegante que VA hacia algún destino, sí o sí futuro, mientras que Unamuno habla del «río de las horas» navegado, que VIENE de un futuro, tiempo de «lo potencial».
Si hablaran de lo mismo serían direcciones excluyentes: hablarían de un navegante (o de un río de horas) que va o que viene. Pero como hablan de cosas distintas, ese ir y ese venir no se contradicen; sólo contrastan.
Si hablaran de lo mismo, con el principio de tercero excluido la lógica le prohibiría al tiempo no elegir una de las dos opciones y con el principio de no contradicción le prohibiría elegir las dos. Ni ninguna ni ambas: una. Si te movés en un riel,

no podés ni ir ni venir
+
no podés ir y venir (a la vez)
=
tenés que ir o venir.
Contradictorios serían si fueran las dos direcciones que toma, a la vez y en el mismo sentido, el navegante (o el río de horas). Pero la cruza de la «creencia común» y los versos de Unamuno (o las ideas escolásticas) sólo dejaría afirmar que navegamos río arriba.
En vez de pasado-futuro, en este ensayo los extremos del viaje serán 2 estados (estado de menor entropía-estado de mayor entropía) y 6 ubicaciones (izquierda-derecha, adelante-atrás, arriba-abajo). O sea, 8 cambios –1 irreversible y 7 reversibles– de eso cuyo devenir o permanencia significamos en español con el verbo estar.

2.

Si ninguna fuerza la contrarresta, la gravedad decide la dirección de un flujo de agua, como el de un río o el de un acueducto (para no hablar de grados más altos, como los 90 de una cascada). En cambio, a la flecha del tiempo –tiempo que un río viene metaforizando hace siglos– la decide la segunda ley de la termodinámica: siempre se pasa de un estado menos aleatorio a otro más aleatorio (o sea, de un estado de menor a uno de mayor entropía); nunca al revés: es sentido único porque es irreversible.

Además de un cambio de estado, el flujo del tiempo puede definirse en términos de un cambio de ubicación. Y a diferencia del tiempo físico, nuestras representaciones del tiempo y su movimiento tienen más de 1 dirección; de hecho, las tienen todas. El tiempo se mueve en todas las direcciones opuestas posibles (o sea, en todas las direcciones) cuando lo graficamos montándolo sobre los 3 carriles de nuestro espacio 3D: adelante-atrás, izquierda-derecha, arriba-abajo y 3 veces viceversa. Hay, entonces, 6 sentidos en el menú de los que una cultura puede atribuirle al flujo del tiempo cuando lo espacializa.
En un espacio tetradimensional, una cuarta línea perpendicular daría 2 sentidos nuevos: 8 en total; y otros 2 en un espacio pentadimensional: 10; y, en general, 2·n sentidos en un espacio n-dimensional, que es un espacio con n perpendiculares entre sí, que son n carriles bidireccionales donde una cultura puede poner a fluir el tiempo.

2.1

Empiezo por las 2 direcciones laterales. Elegimos una según en qué dirección se lea una línea en nuestra cultura: si leemos de izquierda a derecha, como en la cultura occidental, pondremos el futuro a la derecha; si leemos de derecha a izquierda, como en la cultura árabe, lo pondremos a la izquierda. Dime cómo rastrillas leyendo y te diré cómo lateralizas el tiempo.
Leyendo o "leyendo". El barrido que defina la lateralización del tiempo será de alguna otra cosa si no es de palabras escritas porque la lengua es sólo oral. Si
Puerto Gaboto: génesis y desarrollo social del primer pueblo argentino, Ricardo N. González (2014)
una cultura
que no tiene escritura ubica a la izquierda el futuro, será porque habrá en ella otro barrido significativo que se hace con esa dirección. Es una hipótesis. Y aun cuando se la demuestre para tal o cual caso, todavía restaría repetir ese éxito con las demás culturas ágrafas.

2.2

Pero el sentido en que escaneamos no decide también cuál de las 2 direcciones longitudinales elegimos, si con el futuro adelante o con el futuro atrás. Lo que decide acá –arriesgo– es si montamos el tiempo sobre rieles de conocimiento o sobre rieles de deseo o voluntad. Saber o querer: that is the question.

Por ejemplo, para la cultura aymara no sabemos (no vemos) lo que está detrás y no sabemos el futuro: por lo tanto, el futuro está detrás; sabemos (vemos) lo que está delante y sabemos el pasado: por lo tanto, el pasado está delante. Nos movemos hacia el futuro, pero de espaldas, mirando (conociendo) el pasado que tenemos delante y de cuyos hitos nos vamos alejando permanentemente. Para mi cultura, en cambio, nos movemos hacia el futuro de frente, dejando a nuestras espaldas el pasado.
Estas metáforas del tiempo vienen a ser como los asientos de algunos colectivos (en Buenos Aires, al menos): están los que miran el venir de las cosas y los que miran el irse. La segunda situación, y no la primera, metaforiza no sólo el movimiento del tiempo, sino sus implicaciones gnoseológicas: el desconocimiento del futuro y el conocimiento del pasado, como le pasa al que viaja en uno de esos asientos que miran para atrás.
Lo que importa ya no es lo que ignoramos o conocemos, sino lo que podemos esperar (viene) o buscar (vamos) y lo que no (ya sea porque llegó o lo alcanzamos o porque pasó la oportunidad para). En un caso, el futuro es el tiempo de lo desconocido por conocer; en el otro, el tiempo de lo deseado o perseguido: metas, objetivos, propósitos, fines, etc. (todas cosas que conviene tener a la vista si vamos a probar puntería o a avanzar hacia ellas). En un caso se flota a la deriva, se sigue la corriente, que corre de lo desconocido a lo conocido, y se registran las novedades que va deparando el viaje; en el otro se navega hacia un destino y se agendan intenciones. En un caso somos recolectores; en el otro, agricultores (planeamos) o cazadores (perseguimos).

2.3

Las últimas direcciones del elenco 3D son las 2 verticales. Las introduzco con 2 ejemplos de sendas clases de asombro. Un asombro por acción es, por ejemplo, asombrarse de que en otra cultura se ponga al futuro atrás en vez de adelante o a la izquierda en vez de a la derecha (o al revés, para completar los ejemplos). Un asombro por omisión es asombrarse porque te cae la ficha de que arriba o abajo no son posiciones donde las culturas suelan poner el futuro.
Es un eje poco o nada usado para representar al tiempo fluyendo. O al menos para hacerlo espontáneamente, por propia iniciativa. Porque si me preguntás te puedo decir si para mí el tiempo va para arriba o para abajo, pero si me dejás elegir te voy a decir, por ejemplo, que va para adelante (si estoy en medio de un espacio 3D) o para la derecha (si estoy frente a un espacio 2D, como una hoja). E incluso quienes lo ven ir para atrás o para la izquierda seguramente preferirán uno de estos dos ejes para verlo moverse, y no el de arriba-abajo.
Quizás es esta falta de hábito y práctica lo que hace que acá no haya, dentro de la misma cultura, una dirección unánime, obvia, como en los carriles lateral y longitudinal. Las preferencias por un futuro elevado o por uno profundo están repartidas, cosa que no pasa con un futuro frontal o uno diestro (que más que preferidos son inadvertidamente obligatorios: saben a naturales). Una encuesta podría aportar datos, si no fuera porque va a quedar todo en 0%:*

Jueves 1 de junio de 2017. Acaba de cerrar la encuesta. Juro que ese voto no fue mío.



Como conviene tener más de 1 respuesta, les vengo haciendo la pregunta a amigos y conocidos. No son muchos, obvio, pero la repetición de ciertas cosas en las respuestas me hace ver tendencias, patrones. Por ejemplo, las deliberaciones y vacilaciones previas y la inseguridad sobre la opción elegida (algo que no puede verse en el voto de una encuesta). O el hecho de apoyar la elección explicitando sobre la marcha el criterio que se usó, la razón que se tuvo, que varían bastante. ¿Y el reparto es equitativo? No llevo la cuenta, pero la impresión es que sí o que predomina la opción de situar el futuro arriba. ¿Por qué? Imagino que por al menos dos razones, que bien pueden coexistir. Las ordeno de menor a mayor peso o frecuencia.
La primera se refiere al bienestar del navegante. No sólo vemos al tiempo moviéndose; también nos vemos moviéndonos con él. Si tenemos que elegir entre elevarnos e internarnos en profundidades oceánicas o mineras, probablemente elegiremos la opción que a nuestra imaginación le resulte menos claustrofóbica.
La segunda razón para la preferencia por un flujo ascendente se refiere a la fama que tiene cada posición. Es cierto que todas pueden estar connotadas, positiva o negativamente: en mi cultura, es de hábiles ser diestro y lo siniestro desasosiega (pintó Freud); si te dan la derecha te dan un OK y hacer algo por izquierda es ilegal; y es bueno ir para adelante: retroceder, jamás.
Pero me parece –pero puedo estar engañándome– que las posiciones arriba y abajo están más cargadas que las otras. Abajo es lo malo: el infierno, la oscuridad, la confusión, la desaprobación del pulgar, el castigo, la muerte, y no sigo porque es un bajón. Arriba es lo bueno: el cielo, la luz, la verdad, la aprobación del pulgar, el premio, la vida y alta llanta, todo re top. Qué destino de viaje preferir parece obvio, pero por las dudas lo digo así: puede que esas connotaciones contribuyan a que elijamos imaginar mayoritariamente el futuro arriba. Hazte la fama y échate a subir.
El futuro físico es más aleatorio que el pasado; el futuro anímico es –o deseamos que sea– más alto que el pasado. Abundan las arengas en esa dirección: ¡Pum para arriba, caracúlicos!; ¡Levántate y anda, Lázaro!; "Sube por la ladera, peregrino, hasta la cumbre de tu elevación" (otra sobredosis hippie, pero de altura); etc.

2.3.1

Pero que sea la corriente menos usada para poner a fluir el tiempo no significa que no sea usada (o esté implicada) en el diseño de otras cosas. O en la manera de llamarlas: hablar de un ascensor (o elevador) es privilegiar una de las dos metas que puede tener ese subibaja vertical, la que ubica el futuro del viaje arriba. De modo similar, el futuro de una suma –su resultado– está abajo para algunos y arriba para otros. El tiempo pasó de ser algo a definir o graficar a ser un insumo de otra cosa.
Agrego otros 2 ejemplos de orientación implícita en el diseño. Para el primero vuelve a decidir la dirección con que leemos y escribimos, que es doble: además de izquierda a derecha o de derecha a izquierda en el renglón, de arriba abajo o de abajo arriba en la página. En las culturas donde escribimos y leemos de arriba abajo, el pasado está arriba (por ahí empezamos un CV o una cronología biográfica, si no la hacemos regresiva) y el futuro –o su víspera, el presente– está abajo (y a partir de ahí sólo se puede seguir a pura imaginación o conjetura).

2.3.2

Para el segundo ejemplo, en la otra dirección vertical, está el apilamiento que hace un blog.
    Toma 1
Al apilar entradas las ordenamos de la más reciente a la más antigua: el futuro arriba, el pasado abajo. Pero al pasar de página con la barra de navegación –flujo horizontal– retrocedemos hacia el futuro (ascendemos en la pila con "Página anterior") o avanzamos hacia el pasado (descendemos en la pila con "Página siguiente"):

              
    Toma 2
Recorremos la pila, cuya cronología fluye de abajo arriba, con la metáfora libresca de pasar las hojas de un libro (a nuestro modo: con la siguiente a la derecha). Nótese que para moverse entre entradas no es relevante en qué dirección leemos/barremos un renglón, sino un libro. La navegación de un blog en árabe, si apilan y hojean como acá, debería ser igual que la de este blog.

Otra metáfora de navegación podría tener una corriente en sentido inverso. O la misma metáfora libresca, pero en una cultura que pase las hojas de atrás para adelante (es decir, con las novedades a la izquierda).
Como sea que la flecha horizontal se invierta, los flujos se amigan: ya no hay uno cuyo avance es un retroceso en la cronología de la pila y otro cuyo retroceso es un avance en ella; con ese cambio hay un flujo cuyo avance (un deslizamiento hacia la izquierda) es un avance (un ascenso) en la cronología y otro cuyo retroceso lateral (hacia la derecha) es un retroceso cronológico (un descenso en la pila). Y esto es la mitad del asunto, porque aquella discordancia se disipa con cualquiera de estas dos modificaciones: cambiando la orientación de la barra (hacerla fluir de derecha a izquierda), como recién; o cambiando la orientación de la pila (hacerla fluir de arriba abajo).

Imagino que es la comodidad de tener lo último a mano lo que nos hace preferir apilar; imaginate si el post nuevo lo tuvieras que ir a buscar siempre al fondo de todo. La novedad abajo es la distribución propia de una página o de un libro (a lo rollo: "como dijimos más arriba", escribe a veces el infrascrito); y es también la que hay dentro de cada post. Pero dentro de la colección de entradas que es un blog la novedad conviene dejarla arriba, bien visible.
Así ubicada, librificar un blog requiere publicar al revés de como se va a leer: si querés hacer de cada post el capítulo de una obra, para que te queden ordenados (Capítulo I, II, III...) el mayor lo tenés que publicar primero y el menor último (como hizo Anto en su novela Más grande que El Globo).

Lo reciente es lo más cercano que podemos estar del presente, de tan fugaz que es. Todo lo que hay acá (todo lo que está presente) es pasado: hay un ensayo que es el último y lo siguen debajo los otros. El futuro es eventual, nunca real: es el próximo ensayo que publique, que todavía no existe.
Como vos, yo y cualquiera, el blog morirá cuando ya no tenga más futuro: cuando ya no haya ningún ensayo pendiente sobrevolando la línea de flotación (que tiene de ancho la brecha entre la fecha actual y la del último ensayo publicado; debajo empiezan las profundidades del pasado).

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