-->

viernes, 16 de agosto de 2013

Naturalezas 016 (5.0.0)


Hasta hace un rato, el bloque de texto adentrado que ahora cierra la sección 4 se abría cliqueando un asterisco sobre el final de "...es computable en cero". Ahora está visible, aunque todavía dudo que lo merezca (no el primer párrafo, sí el segundo –que presupone el primero.
En los cambios mayores, entre ayer (desde el mediodía y hasta las 20) y hoy (desde las 4 hasta recién, 9:30) retoqué la continuación de la sección 3.4 que había agregado en la versión anterior y la extendí. Ahora se ve así:
A la mañana siguiente de haber dejado a Beatrix encerrada en un ataúd enterrado, Budd, el hermano de Bill, se interesa por saber qué siente ahora Elle, en el después inmediato a ese corte en su vida, que para ella es –ha sido y está siendo– la muerte de su enemiga Bea. La encuestada dará una primera respuesta desproporcionadamente rápida, comparada con lo que tarda en darse a entender la pregunta:


Con los también exagerados rumores sobre su muerte, Beatrix la ha dejado a Elle sin “un trabajo para hacer” que le alargue la vida tanto como lo necesite y le dé sentido (la llene). La pregunta-acertijo de Budd a Elle puede parafrasearse así: ¿Qué sensación o sentimiento reemplazó al tener un trabajo para hacer en la función de llenarte?, que a su vez es probable que equivalga a: ¿De qué sentimiento “R” más que del otro está hecho tu vacío de guerrera retirada (de esa relación compartida, al menos)?
Elle profundiza su respuesta durante la agonía de Budd, mordido por una literal mamba negra que lo sorprendió desde los billetes que pagaban el sable Hattori Hanzo de la metafórica. (La literal es otra inoculadora letal sin hambre –aunque lo suyo no sea buscarte si no estás en su dieta, a diferencia del expansivo escorpión, que también va sin hambre en busca de la rana.) Budd, que pareció preguntar con tanta curiosidad como ajenidad, seguramente no había sospechado que el desarrollo de la respuesta lo involucraba de un modo directo y rencoroso:


Elle lamenta la suerte inmerecida que tuvo la mejor guerrera que conoció, rubia como ella. Como si quisiera desagraviarla, elige darle al indigno verdugo una “muerte en carne viva”, como la que él –creen– le dio a Bea.
Las rubias son debilidades para Bill (que a los cinco años se chupaba el pulgar cada vez que en El cartero llama dos veces aparecía Lana Turner) y débiles para Budd. Retrocedamos un poco para reponer un diálogo que quedó entre un fragmento y otro de la película.
Ni bien da su respuesta rápida, Elle le anticipa a Budd algo de los motivos de ese dulce lamentar de los guerreros, sobre los que profundizará luego. Lo que ahí intenta decirle se aplica a la situación que está por matarlo (El bu·rri·to del te·nien·te lle·va car·ga y no la sien·te) y le queda como moraleja póstuma: no subestimes a las rubias, que pueden ser más listas de lo que crees.
Dicho con más apego al guión, Elle le recomienda a Budd que le dé crédito a la víctima de su emboscada (así la ha capturado), porque nunca ha visto al “búfalo Bill” tratar a alguien como trataba a Beatrix. Budd le responde que su hermano pensaba que era lista y que él intentó convencerlo de que sólo era todo lo lista que podía ser una rubia.
Budd no estará vivo para conocer su error cuando reaparezca Beatrix, porque antes otra rubia lista lo habrá matado con una serpiente emboscada como él. En cuanto a Elle, si para ella la vida de guerrera es la única vivible, Beatrix la dejará muerta en vida cuando la invalide arrancándole el ojo que le quedaba (siguiendo y vengando a su maestro Pai Mei, que le había arrancado el otro poco antes de que Elle lo envenenara, la muy víbora).
En sus clases, Enrique Pezzoni resegmentaba el endecasílabo de Garcilaso «El dulce lamentar de dos pastores» en “El dulce lamen tarde dos pastores”. El dulce que lamen tarde los guerreros de los que habla Budd es una mezcolanza de odio intenso (librarse de sus obligaciones alivia) y alto respeto y/o amor (privarse de sus posibilidades duele). Es el sentimiento ambiguo de haber perdido al que se ha conseguido eliminar, como un parricida que sufre su orfandad (en la falacia que ilustra, lo que hace es pedir clemencia al juez invocando su condición de huérfano).
O como una viuda negra –otra inoculadora venenosa– que llora su viudez, para que le quepa mejor a la acá lamentada Beatrix cuando, como ya vimos, experimente una mezcla similar matando a su odiado (rematador fallido), descartado (padre de su hija) y amado (hombre de su vida) Bill, para decirlo a la inversa de como se le fueron acumulando los roles y los sentimientos.
En la agonía de Budd, acompañada por Elle con sorna y desprecio, está la mayor escena de odio de la película, y la más sádica. En la agonía de Bill, acompañada por Beatrix con lágrimas y la caricia más tierna, está la mayor escena de amor, y la más masoquista.
Al comienzo de la película, Beatrix se encuentra en el rol de agonizante; Bill la acompaña hasta pegarle el tiro de gracia, sólo después de susurrarle que le gustaría creer que aun en ese trance pueda estar ella lo suficientemente lúcida “como para saber que no hay nada sádico en mis acciones”, que “en este momento, este soy yo en mi máximo masoquismo”. Sobre el final de la película, probablemente Bill haya tenido esa lucidez con Beatrix.

No hay comentarios: