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jueves, 8 de agosto de 2013

Naturalezas 006 (3.2.0)


Hasta recién decía esto:
3.1

La moraleja de Esopo atribuye la caída en desgracia de la tortuga a su fácil adquisición de lo deseado, como si se la hubiera podido evitar con una adquisición más elaborada: como si le fuera posible con trabajo y esfuerzo adquirir lo que Natura no le dio. Pero la tortuga, que quería aprender a volar, aprende lo que Bill quería enseñarle a Beatrix: lo vano y pernicioso de renegar de la naturaleza que le tocó en suerte.
Bill rescata de ese desvío antinatural a Beatrix, a la vez que oficia de víctima propiciatoria de su reencarrilamiento definitivo y liberador: con su aprendido “toque de la muerte”, Beatrix cumple a la vez con el mandato de su naturaleza, con el mandato de su razón de venganza, y con el mandato del título de la película.
“Serás lo que debas ser o no serás nada”, se dice que dijo José de San Martín, y Evita lo adaptó al peronismo. Otro acceso a la nada se consuma cumpliendo la naturaleza/destino (el destino inscripto en la naturaleza), como también le sucede a ese otro vengador satisfecho que es el negro especular del cuento “El fin”, de Jorge Luis Borges:
Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre.
Ni antes, cuando hay potencialidad o futuro, ni después, cuando hay recuerdo o pasado: sólo se es durante el acto que realiza ese deber ser, que es la bisagra entre dos nadas, el momento que justifica (y tal vez colma) toda una vida. Lo alcanzaron –matando– el negro y Mamba Negra, lo que en esa matriz fabulesca alcanza y sobra para hacer narrables sus vidas, que ahí encuentran su sentido y justificación.

Ahora dice esto:
3.1

La moraleja de Esopo atribuye la caída en desgracia de la tortuga a su fácil adquisición de lo deseado, como si se la hubiera podido evitar con una adquisición más elaborada: como si le fuera posible con trabajo y esfuerzo adquirir lo que Natura no le dio. Pero la tortuga, que quería aprender a volar, aprende lo que Bill quería enseñarle a Beatrix: lo vano y pernicioso de renegar de la naturaleza que le tocó en suerte.
De acuerdo con esa “mitología” que se hace de ella, Bill termina oficiando de víctima propiciatoria del reencarrilamiento definitivo y liberador de Beatrix. Con la aplicación de su aprendida “técnica del corazón explosivo” (traducción abreviada de “the Five-Point-Palm-Exploding-Heart Technique”), ella estaría cumpliendo a la vez con el mandato de su naturaleza, con el mandato de su razón de venganza y con el mandato del título de la película.
Beatrix estaría de acuerdo con la afirmación de haber cumplido con los dos últimos mandatos mencionados, no con el primero. No obstante reconocerle a Bill que disfrutó de cada uno de los asesinatos que la llevaron a él, y que realmente nunca creyó que su vida en El Paso funcionaría, ni hubo una naturaleza asesina moviendo a la Mamba Negra ni hubo una reacción de renegada vistiendo a la Novia. Lo que hubo fue una decisión de escamotearle su hija al padre para que naciera “con la libertad de hacer lo que quisiera”, porque con él “hubiera nacido en un mundo en el que no tendría esa oportunidad”.
Beatrix cambia de vida –lo que el mitógrafo Bill malentiende como un disfrazarse para encajar– cuando pasa de ser “una mujer, tu mujer” a ser madre, es decir, a ser responsable de una libertad ajena, la de la hija propia. Como el destino de asesina que le impondría el padre era aquello de lo cual quería hacerla libre, Beatrix presenta su decisión como la resolución de una disyuntiva entre su hombre y su hija: “Tuve que elegir. La escogí a ella”.
En definitiva, el parteaguas de la maternidad no se da por un llamado de la naturaleza, sino por una reivindicación de la libertad de elegir, o sea, un antideterminismo. El fragmento es este:


La película termina a la mañana siguiente, primero con Beatrix, sola, descargando en el piso del baño cerrado risas y llantos de alivio y liberación, repitiendo “gracias”, y después abrazándose frente al televisor con su hija. Las caras muestran y prometen felicidad, la más plácida e intensa. Es la mañana del día cero de una nueva vida.

3.2

“Serás lo que debas ser o no serás nada”, se dice que dijo José de San Martín, y Evita lo adaptó al peronismo. Otro acceso a la nada se consuma cumpliendo la naturaleza/destino (el destino inscripto en la naturaleza), como le sucede a ese otro vengador satisfecho que es el negro especular del cuento “El fin”, de Jorge Luis Borges:
Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre.
Ni antes, cuando hay potencialidad o futuro, ni después, cuando hay pérdida (del «destino sobre la tierra») o pasado («había matado a un hombre»): en “El fin”, sólo se es en el presente del acto que realiza ese deber ser, que es la bisagra entre dos nadas. Para el negro, es el momento que justifica toda una vida; para Mamba Negra, el momento que la parte en dos.

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