Las secciones 1 y 3.5, que no tenían subdivisiones, ahora la tienen. Para la 1, convertí en 1.1 lo que había insertado en un plano de inscripción oculto el 21 de diciembre. Ahora se ve así:
...era saliendo del baño y atendiendo (“¿X?” “No, equivocado”, fingía yo, y al rato escuchaba el segundo e indudable timbrazo al 14 B).
1.1
En esas respuestas se mezclaba algo verdadero con algo falso: la comunicación estaba equivocada, pero porque también lo estaba la atendida, no el llamado (como es más frecuente).
Si alguna vez se hubiera dado la coincidencia de que un visitante mío tocase por error el 14 B estando yo en el baño, el viaje de verificación habría terminado como siempre en una atendida equivocada (no llamaron a mi timbre...), pero por primera vez también en una atendida exitosa (...pero era para mí).
Como sucede con las sobreestimaciones y las subestimaciones de una cantidad a estimar, acá los errores se anulan: el que debería haber llamado al 14 D y no lo hizo y el que no debería haber atendido ese llamado y lo hizo terminan encontrándose, como si hubieran acertado; el desencuentro que debía ocasionar el llamado equivocado es corregido por la atendida equivocada.
También dividí la sección 3.5, le agregué la última frase del penúltimo párrafo ("Si toda duda es... bifurcación") y le quité la frase con que terminaba en la versión anterior ("Para el talante paradojal de la duda no es menos importante la necesidad que la imposibilidad de superar ese equilibrio"). Ahora se ve así:
3.5
Imaginemos este ejercicio de escritura: componer un relato con un enigma cuya solución, que se da, termina no importando. “Perplejidad” aumenta la dificultad de la consigna antes de cumplirla. La intriga del argumento, hecha de tres nudos, abre un menú de seis posibles continuaciones o desenlaces: el cazador matará a la cierva o matará al león; el león insistirá con la madre o irá por sus hijos; la cierva intentará impedirlo o seguirá huyendo.
No interesa ahora que las opciones vengan inclinadas, sino el hecho de que no tanto como para haber provocado ya una resolución; ninguna inclinación se materializó todavía. Aun siendo una fuerza minoritaria en cada uno de los tres casos testigo, la duda gravita lo suficiente como para causar (o sintomatizarse a través de) la paralización de los infectados. Una sincronización fortuita hace el resto. La perciben cierva, león y cazador, que, «desconcertados, se miran».
3.5.1
Las miradas que cruzan son las primeras que no pertenecen a la situación de cacerías cruzadas. Lo que cada uno venía haciendo se suspende para volverse objeto de observación de los otros; los tres observan y los tres son observados, dudando primero y observando después. El desconcierto con que se miran (perplejidad recargada) es una emoción que se tiene fuera de la situación, observando la situación, constatando cada uno que no fue el único en detenerse, viéndose infinitamente identificado. El nuevo dilema de si se saldrá o no del hueco es un meta-dilema, un dilema surgido de reflexionar sobre lo que se experimenta (o sea, sobre los dilemas en curso) y de advertir su simultaneidad de efectos.
3.5.2
Así es como el cuento nos pone a pensar en seis continuaciones, mientras hace entrar por arriba (topología del meta-X) una séptima inesperada: el estancamiento en los dilemas que parecían discurrir con fluidez hacia un lado. Un nuevo nudo tiene lugar con la parálisis universal causada por la duda, y es su desatarse el que termina importando. Uno de los tres dilemas objeto se resolverá, pero ya no como un fin en sí mismo, sino como un medio para resolver otro, el que traba a la vida en su totalidad. Pasa de ser la meta de una averiguación a ser un medio de realización que no requiere que el blanco sea tal o cual, sino cualquiera.
Más por ser el primer movimiento que se atina a hacer que por el desparramo que ocasione, el disparo del cazador (mundo físico) implica la reanudación de la vida (mundo simbólico), como el cruce de la línea del arco por parte de la pelota implica la conversión de un gol. La diferencia es el juego cuyo reglamento configura el segundo término de la relación: en el caso del gol es el fútbol; en el caso de la reanudación de la vida, el juego del sentido. De ahí que la situación de una duda y la paralización que causa sean iguales que las de una paradoja: un equilibrio de fuerzas opuestas que traba un movimiento (acá el de la vida, allá el del sentido). Si toda duda es un desconocimiento dilemático (no sé –y necesito saber– si A o B), la inmovilidad que provoca es la de un estancamiento en la encrucijada, en el punto de desvío o bifurcación.
Si en el cuento importa más que suceda un cambio liberador a qué cambio es el que sucede, es que el peso está en lo estructural: hay un equilibrio que debe y no puede ser superado, y a desequilibrio regalado no se le miran los dientes.
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