Le agregué al ensayo el último párrafo de la sección 3.3:
...la decisión que supusimos tomaría.y la sección 3.5 (adonde pasó la frase entre paréntesis que cerraba la sección 3.4 y el ensayo: "...ya no importe. (Si en el cuento importa más que suceda un cambio liberador a qué cambio es el que sucede, es que el peso está en lo estructural: hay un equilibrio que debe y no puede ser superado, y a desequilibrio regalado no se le miran los dientes.)"):
Cierva, león y cazador se detuvieron sin haber tomado una decisión. Pero si la hubieran tomado (y nada impide que al mismo tiempo) también se habrían detenido: la cierva para sacrificarse, el león para reorientarse y el cazador apuntando a uno de los dos.
El cuento se cierra con la resolución de una duda que no se revela y la astucia de que ya no importe.
3.5
Imaginemos este ejercicio de escritura: componer un relato con un enigma cuya solución, que se da, termina no importando. “Perplejidad” aumenta la dificultad de la consigna antes de cumplirla. La intriga del argumento, hecha de tres nudos, abre un menú de seis posibles continuaciones o desenlaces: el cazador matará a la cierva o matará al león; el león insistirá con la madre o irá por sus hijos; la cierva intentará impedirlo o seguirá huyendo.
No interesa ahora que las opciones vengan inclinadas, sino el hecho de que no tanto como para haber provocado ya una resolución; ninguna inclinación se materializó todavía. Aun siendo una fuerza minoritaria en cada uno de los tres casos testigo, la duda gravita lo suficiente como para causar (o sintomatizarse a través de) la paralización de los infectados. Una sincronización fortuita hace el resto. La perciben cierva, león y cazador, que, «desconcertados, se miran».
Las miradas que cruzan son las primeras que no pertenecen a la situación de cacerías cruzadas. Lo que cada uno venía haciendo se suspende para volverse objeto de observación de los otros; los tres observan y los tres son observados, dudando primero y observando después. El desconcierto con que se miran (recarga de perplejidad) es una emoción que se tiene fuera de la situación, observando la situación, constatando cada uno que no fue el único en detenerse, viéndose infinitamente identificado. El nuevo dilema de si se saldrá o no del hueco es un meta-dilema, un dilema surgido de reflexionar sobre lo que se experimenta (o sea, sobre los dilemas en curso) y de advertir su simultaneidad de efectos.
Así es como el cuento nos pone a pensar en seis continuaciones, mientras hace entrar por arriba (topología del meta-X) una séptima inesperada: el estancamiento en los dilemas que parecían discurrir con fluidez hacia un lado. Un nuevo nudo tiene lugar con la parálisis universal causada por la duda, y es su desatarse el que termina importando. Uno de los tres dilemas objeto se resolverá, pero ya no como un fin en sí mismo, sino como un medio para resolver otro, el que traba a la vida en su totalidad. Pasa de ser la meta de una averiguación a ser un medio de realización que no requiere que el blanco sea tal o cual, sino cualquiera.
Más por ser el primer movimiento que se atina a hacer que por el desparramo que provoque, el disparo del cazador (mundo físico) implica la reanudación de la vida (mundo simbólico), como el cruce de la línea del arco por parte de la pelota implica la conversión de un gol. La diferencia es el juego cuyo reglamento configura el segundo término de la relación: en el caso del gol es el fútbol; en el de la reanudación de la vida, el juego del sentido. De ahí que la situación de una duda y la paralización que causa sean iguales que las de una paradoja: un equilibrio de fuerzas opuestas que traba un movimiento (acá el de la vida, allá el del sentido).
Si en el cuento importa más que suceda un cambio liberador a qué cambio es el que sucede, es que el peso está en lo estructural: hay un equilibrio que debe y no puede ser superado, y a desequilibrio regalado no se le miran los dientes. Para el talante paradojal de la duda no es menos importante la necesidad que la imposibilidad de superar ese equilibrio.
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