Agregué mucho texto. Este es el más largo:
Quienes ven esa condición como suficiente no ven necesaria una salida del encierro en esa posibilidad tan irrefutable (punto a favor) como indemostrable (punto en contra), de la que hacen una defensa mediovasista. La necesidad de salir de la suma cero de una conjetura inatravesable es epistemológica: mejor sumar un saber a la cadena (o red) que empantanarse en una creencia (o sea, en la confianza concedida a una de esas conjeturas). Y esa salida, hasta donde entiendo, requiere un movimiento fractal de metalectura y reflexión: leerse leyendo, hacer la lectura de una lectura, proceder sobre el resultado de la aplicación anterior del procedimiento. Es un movimiento similar al que induce a rechazar las premisas de un razonamiento si conducen a una contradicción. La diferencia es temática: en lugar de operarse una reducción al absurdo se opera una reducción a la inutilidad epistemológica (que no implica la literaria: por ejemplo, una lectura así del Martín Fierro, en vez de pretender ser un saber sobre el poema, sirve a su reescritura –una continuación– en el cuento “El fin”, de Borges).
Lo que se lleva esta nueva pasada de la navaja de Ockham son las interpretaciones, si convenimos entenderlas como indecidibles asignaciones de sentido y/o de valor de verdad, que «no admiten la menor réplica y no causan la menor convicción» (para significar lo incomprobable, el segundo término de esta elegancia borgeana es impreciso: imaginaciones y conjeturas así bien pueden –y suelen– tener el efecto placebo de causar convicción, lo que es algo netamente subjetivo). Y si nos abstenemos de hacer esas atribuciones de verdades ocultas y/o de sentidos profundos o trascendentes, nos quedan las implicaciones a partir de un dato (“En esta fecha no hubo empates. Por lo tanto, en todos los partidos tenemos goles”, abrió “Fútbol de Primera” Marcelo Araujo una vez) y los cableados entre datos según una afinidad de rasgos o circunstancias o roles o cualquier cosa que pueda presentar un patrón (un juego de relaciones diacrónicas, un desarrollo) o un diseño (un juego de relaciones sincrónicas, un mapa de roles o circunstancias o rasgos, etc.). Ya puestos ahí, nos restaría ver si esas inferencias y conexiones son válidas o aceptables (si juegan limpio, si no son falacias, si no son precipitadas o antojadizas, etc.; en definitiva, como diría K y aceptaría el capellán, si están bien fundamentadas).
En la «fundamentación» de la «opinión aventurada» de que el guardián es «el engañado», el sacerdote expone inferencias sobre tres tristes tópicos que componen el asunto: el guardián se engaña respecto de su lugar de pertenencia («De todo esto se infiere que no sabe nada acerca del aspecto y el significado del interior, y se encuentra engañado al respecto»), respecto de su relación con el otro («Pero también se encuentra engañado acerca del hombre del campo, pues él se encuentra subordinado a este hombre, y no lo sabe») y respecto de su trabajo («...de acuerdo con esa opinión, el guardián se encuentra en un engaño mucho mayor en lo que respecta a su servicio»). «Eso está bien fundamentado», aprueba K cuando el sacerdote termina.
Otros podrían no pensar igual de todas las inferencias que participan en la fundamentación. Podrían objetar, por ejemplo, los argumentos por los que «muchos están de acuerdo en que no podrá cerrar la puerta» el guardián, en el engaño sobre su servicio. ¿Por qué decir que «la puerta de la ley está abierta, como siempre» equivale a decir «independientemente de la duración de la vida del hombre al que está destinada»? Aunque la acción quede fuera de cuadro, se presume que el guardián cerró la puerta y se fue, como le anunció que haría al hombre de campo.
También agregué el paréntesis de esta frase:
Si lo que dice un escrito es siempre lo que se entiende de lo que dice, si estas son cosas inseparables, entonces las interpretaciones (en la acepción restringida de lecturas de un universo de datos) resultan inevitables...
También agregué las frases que están completas en esta cita:
...como si eso se dijera en el cuento o se pudiera inferir de que no se diga lo contrario. Nuevamente, nada se dice al respecto. Y no habla de que tema entrar el hecho de que no se diga que quiera entrar; bien puede entenderse, sin piruetas interpretativas, que cumple una función al no entrar, no que evita algo temido. Una inexistencia sólo puede ser relevante si...
PD 16:30h: Cambié el último párrafo del agregado extenso. Ahora dice:
Otros podrían no pensar igual de todas las inferencias que participan en la fundamentación. Podrían objetar, por ejemplo, los argumentos por los que «muchos están de acuerdo en que no podrá cerrar la puerta» el guardián, en el engaño sobre su servicio. ¿Por qué el decir que «la puerta de la ley está abierta, como siempre» equivale a decir «independientemente de la duración de la vida del hombre al que está destinada», de donde se deduce que «entonces tampoco el guardián puede cerrarla»? El dato que se lee dado es el anuncio de esa acción; su efectivización es un dato que se presume dado: aunque la acción quede fuera de cuadro, se presume que el guardián cerró la puerta y se fue, como le anunció que haría al moribundo (cuya muerte también es un anuncio, no un hecho, y nos bastaría un poco de suspicacia y voluntad hermenéutica para negar que pueda cumplirse). Si rechazamos esta presunción en virtud de aquellas disquisiciones semánticas sobre el «siempre», tenemos que habilitar nuevas interpretaciones sobre los motivos que pudo tener el guardián para hacer el anuncio:«Las opiniones divergen sobre si el guardián, al anunciar que va a cerrar la puerta, solo quiere dar una respuesta, o destacar su obligación, o producir arrepentimiento y tristeza en el hombre todavía en el último instante.»
Notemos que las tres especulaciones barajadas suponen un guardián que conoce la presunta imposibilidad o falsedad de lo anunciado, o sea, que engaña al campesino sin engañarse él mismo. Si «el guardián se encuentra en un engaño mucho mayor en lo que respecta a su servicio» en razón de que no podrá cerrar la puerta «siempre» abierta, entonces al momento de hacer el anuncio debería creer que sí podrá, intentarlo oportunamente y recién ahí descubrir su ingenuidad y desengañarse.
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