Hice cambios entre menores y medios en la sección 1. Antes decía esto:
Describamos el episodio del que vamos a recortar un período casi completo.
En la cara interna de la puerta de ese lugar sagrado / donde acude tanta gente (de ambos géneros, pero en un 90% mujeres en este caso), alguien introduce una incitación con un aforismo. La extrae como lo que se sigue de un retrato o definición de la vida en relación con la muerte (y/o al revés): “La muerte está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja... ¡Vivila!”. A esta frase apunta una flecha, que nos dice que en su origen hay, si no una respuesta, un comentario referido a eso, un aporte (que en este caso no es polémico, tal vez a fuerza de ser poco atinente). Luego de unas consideraciones sobre el infinito terrícolamente incompletable, la escribiente cambia de tema: exclama su proclama anoréxica y se auto-arenga para declarar una militancia que en el esfuerzo por ser orgullosa al menos alcanza a ser no vergonzosa. La militancia de ese trastorno es amonestada desde una segunda flecha, donde se practica una mezcla de agravio y diagnóstico, del que se desafía a estar también orgullosa a la injuriada. Dos respuestas más provoca la reivindicación anoréxica, y por fuera, antes o después, Marta se contenta con dejar testimonio de su paso por ahí.
Bien, de todo esto aislemos el aforismo, sin la exhortación que lo remata. Comparémoslo con otras piezas del mismo género.
Ahora dice esto y así:
En la cara interna de la puerta de ese lugar sagrado / donde acude tanta gente (de ambos géneros, pero en un 90% mujeres en este caso), alguien introduce una incitación con un aforismo. La extrae como lo que se sigue de un retrato o definición de la vida en relación con la muerte (y/o al revés): “La muerte está tan segura de vencer que nos da toda una vida de ventaja... ¡¡Vivila!!”.
A esta frase apunta una flecha, que nos dice que en su origen hay, si no una respuesta, un comentario referido a eso, un aporte. A algo tan abarcador como la vida y la muerte se le contesta con algo aún más abarcador, como para no quedar cortos: la Tierra mortal, el infinito, lo incompletable. Una vez cumplido el esfuerzo filosófico de cortesía, la escribiente cambia de tema: exclama su proclama anoréxica y se auto-arenga para declarar su militancia, que en el esmero por ser orgullosa al menos alcanza a ser no vergonzosa. (Si estuviera orgullosa no habría hecho un cambio de tema: habría presentado lo suyo como un ejemplo de la vida vivida que se llama a tener, un testimonio de ese llamado atendido –es probable que hasta para ella eso fuera algo difícil de creer.)
La militancia de este trastorno es amonestada desde una segunda flecha, con un agravio y un desafío a expandir el orgullo. Dos respuestas más provoca la reivindicación anoréxica, y por fuera, antes o después, Marta se contenta con dejar testimonio de su paso por ahí.
Bien, de todo esto aislemos el aforismo, sin la exhortación que lo remata. Comparémoslo con otras piezas del mismo género.
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