La versión anterior era esta:
Por lo tanto, esto no está en un blog.
La acrobacia dialéctica tiene la apariencia de razón alocada de su emulada “Esto no es una pipa”. Pero no pasa de ser una autonegación más matizante que contradictoria: una maniobra de diferenciación típica, pero aplicada a lo menos esperado, lo mismo, la imagen de lo que es un blog en un blog, que es (simplificando) el mismo blog.
La pirueta apenas alcanza para introducir que este no es un blog... de los más comunes, de los que tienen rituales y funciones de medio de difusión (e intercambio) de opiniones, experiencias o comentarios personales. En Zambullidas no se hace público nada de eso, sino ensayos con concepciones y ejecuciones similares, en los que el juego es razonar y argumentar, no opinar (ni informar ni expresar).
Fuera del chiste paradójico, nada habilita para decir que esto no es un blog en absoluto, ni que es algo original, único en su tipo. Se suma sin ruido a esa clase de blogs cuyas entradas no tienen correlatividades temporales, como sí ocurre en los diarios personales que empezaron siendo estos sitios (“bitácoras”, se los intentó llamar por acá, sin éxito, contra el breve aunque inglés “blogs”). Por su formato de blog, Zambullidas es tan cronológico como los libretones en los que escribo a mano, encabezando cada “entrada” con fecha y hora, y a veces también con circunstancias (dónde, en medio de qué situación, en qué estado, en vinculación con qué o en referencia a qué, etc.). Pero acá las entradas pueden ser leídas en cualquier orden cronológico o en ninguno, sin que cambie cuánto se las entiende; eso no pasaría con las entradas de un diario.
Por estas diferencias de a qué y cómo se juega, Zambullidas, como otros blogs, es una obra en formato blog, más que un blog (a diferencia de otros, es una –cuasi– obra completa en construcción, un proyecto que andando va siendo obra).
Más descarnadamente, esto es un objeto web interactivo, de acceso gratuito y amigable, con una dimensión textual, otra hipertextual, otra auditiva, otra visual, otra audiovisual, otra gráfica, y las combinaciones que se ensayen.
No desdeño el objeto manual, pero la pila de impresos encuadernada que hace un libro sólo retendría la dimensión textual, con capacidad de indicaciones vinculantes, la dimensión gráfica del diseño y la visual de las ilustraciones. Torpemente se podría agregar (más que integrar) la dimensión auditiva, e incluso la audiovisual, con CDs o DVDs adjuntos al libro.
Pero un objeto con esas posibilidades de variedad y de complejidad de integración de signos, en red con otros objetos y abierto a la interacción con cualquier navegante, es más bien un espécimen de uno o dos hábitats: una terminal multimedia de la red (una notebook, una PC o un celular, por ejemplo) o un libro electrónico, pero con conexión a la red, capacidad de actualización de contenidos, posibilidad de ingreso de datos y reproducción multimedia (o sea, otra vez una terminal). En definitiva, se trata de una creatura de Internet, se la acceda desde donde se la acceda. Incluso un DVD o CD ROM sería todavía un soporte insuficiente, porque ahí la obra estaría detenida y limitada, clausurada en el tiempo (ya no se la modifica, no se la actualiza) y en el espacio (no crece ni decrece; no ocupará más ni menos de lo que ocupe en el DVD o CD cerrado). Sería una instantánea de Zambullidas lo que obtendríamos con esa copia.
La versión actual es esta:
Por lo tanto, esto no está en un blog.
La pirueta dialéctica tiene la apariencia de razón alocada de su emulada “Esto no es una pipa”. Pero apenas alcanza para introducir que este no es un blog... de los más comunes, de los que tienen rituales y funciones de medio de difusión (e intercambio) de opiniones, experiencias o comentarios personales. Acá no se hace público nada de eso, sino ensayos con concepciones y ejecuciones similares, en los que el juego es razonar y argumentar, no opinar (ni informar ni expresar).
Zambullidas se suma sin ruido a esa clase de blogs cuyas entradas no tienen correlatividades temporales, como sí ocurre en los diarios personales que empezaron siendo estos sitios (“bitácoras”, se los intentó llamar por acá, sin éxito, contra el breve aunque inglés “blogs”). Por su formato de blog, Zambullidas es tan cronológico como los libretones en los que escribo a mano, encabezando cada “entrada” con fecha y hora, y a veces también con circunstancias (dónde, en medio de qué situación, en qué estado, en vinculación con qué o en referencia a qué, etc.). Pero acá las entradas pueden ser leídas en cualquier orden cronológico o en ninguno, sin que cambie cuánto se las entiende; eso no pasaría con las entradas de un diario.
Por estas diferencias de a qué y cómo se juega, Zambullidas, como otros blogs, es una obra en formato blog, más que un blog (y a diferencia de otros, es una –cuasi– obra completa en construcción, un proyecto que andando va siendo obra).
Más descarnadamente, esto es un objeto web interactivo, de acceso gratuito y amigable, con una dimensión textual, otra hipertextual, otra auditiva, otra visual, otra audiovisual, otra gráfica, y las combinaciones que se ensayen.
No desdeño el objeto manual, pero la pila de impresos encuadernada que hace un libro sólo retendría la dimensión textual, con capacidad de indicaciones vinculantes, la dimensión gráfica del diseño y la visual de las ilustraciones. Torpemente se podría agregar (más que integrar) la dimensión auditiva, e incluso la audiovisual, con CDs o DVDs adjuntos al libro.
Pero un objeto con esas posibilidades de variedad y de complejidad de integración de signos, en red con otros objetos y abierto a la interacción con cualquier navegante, es más bien un espécimen de uno o dos hábitats: una terminal multimedia de la red (una notebook, una PC o un celular, por ejemplo) o un libro electrónico, pero con conexión a la red, capacidad de actualización de contenidos, posibilidad de ingreso de datos y reproducción multimedia (o sea, otra vez una terminal). En definitiva, se trata de una creatura de Internet, se la acceda desde donde se la acceda. Incluso un DVD o CD ROM sería todavía un soporte insuficiente, porque ahí la obra estaría detenida y limitada, clausurada en el tiempo (ya no se la modifica, no se la actualiza) y en el espacio (no crece ni decrece; no ocupará más ni menos de lo que ocupe en el DVD o CD cerrado). Sería una instantánea de Zambullidas lo que obtendríamos con esa copia.
Un libro tiene un momento de publicación y una o más ediciones, a veces modificadas. Una obra digital como Zambullidas, que es un objeto virtual, tiene tantas publicaciones como instancias de edición, ya sea del blog (creación o supresión de entradas, comentarios y temas; diseño del sitio; etc.) o de una de sus entradas (modificación de su contenido, de su título, de sus comentarios, de sus temas o de su diseño).
Para el que escribe, las letras en pantalla, infinitamente más maleables que las impresas, permiten los arrepentimientos que para un libro siempre llegan tarde.
Para el que lee, el nuevo objeto no carga con el estigma de ser comparable a una estatua, porque tiene capacidad de responder y reaccionar, de interactuar y cambiar, de tener una vida (o, al menos, un historial propio de versiones detrás de la única visible, la actual).
Antes y fuera de Zambullidas, uno es el trabajo que hago en los libretones, de anotar ideas a mano alzada o improvisar una redacción en el mero registro mnemotécnico (los trances), y otro el que hago sobre un ensayo trabajado sesión tras sesión en un archivo de texto independiente, que empieza con ideas y argumentos muchas veces traídos de los libretones (las elaboraciones).
A partir de la publicación de un ensayo, Zambullidas se convierte en la superficie de trabajo para las siguientes sesiones (la actividad suele ser intensa en la primera semana y esporádica después, pero la idea es que todo ensayo pueda ser modificado en cualquier momento).
No puedo prever quién leerá Zambullidas. Pero sí preferir algunos de sus rasgos, especialmente uno, que también es un objetivo de mínima: su interés. Idealmente, escribo para alguien que lea los ensayos con una atención igual o mayor a la que tuve al escribirlos. Y es probable que esos dedicandos terminen siendo los únicos lectores interesados en volver (o sea, los únicos lectores). Será que además de profecías hay deseos autocumplidos.
En cada serie cronológica de entradas —en todo el blog o en cualquiera de sus temas o tramas— hay una historia silenciosa de motivos e intereses ocasionales por iniciar o retomar un ensayo en lugar de otro, de preferencias y estrategias de enganches y de maduración, cuelgues impulsivos, estímulos oportunos, es decir, una mezcla de voluntades y azares (como la de una vida de viajes), que le va dando un orden al trabajo de ponerme a pensar y a escribir. Contar esa historia excede los límites del espacio donde se desarrolla; si tuviera algún interés hacerlo, sería tarea para una bitácora de Zambullidas que discurriera en otro blog.