Parte II, primer párrafo, penúltima frase: le agregué el asterisco con la nota que abre.
Parte III: agregué (restituí, más bien) los tres párrafos que hay después del segundo:
Hasta donde sé, Dios y el Diablo disputan por ganar el mayor número de almas, no las mejores (otra cosa es que para Dios las que él gana sean las mejores, por la fe o por los actos, y las premie con un alojamiento eterno en el paraíso, mientras castiga a las otras con un alojamiento igual de eterno en el infierno). No reclaman más puntaje en el juego por la calidad del alma ganada, como la jerarquía de puntos en que se ordenan las cartas en la escoba del 15 (7 de oro, 7 de espada, etc.; uno de los grados de esa jerarquía es ganar en cantidad, ser el que tiene más cartas; pero sólo uno, y no de los que más suman). Entre las almas no hay voto calificado; el reparto del botín entre Dios y el Diablo no es aristocrático, es democrático: un alma, un punto. Al final las contamos y el que más tiene, ganó. A eso juegan Dios y el Diablo en el Taller, en vez de laburar.
Pero eso no significa que les sea indiferente qué alma ir a ganar. La estrategia de ganar almas en cadena hace preferir la conquista de las que tienen aptitudes de liderazgo o dones de gravitación, que de paso le hacen publicidad gratis al conquistador (“Yo, Albert Einstein, soy un alma ganada por...”). Lo que nos dicen esa preferencia y esa adquisición de un arreo entero, con ovejas y pastor, es que las redes de los pescadores de almas se han desarrollado mucho desde su estreno apostólico; han acumulado mucho conocimiento y experiencia, y acaso están en una etapa de producción industrial, o sea, de tecnologías y rindes tan distantes como una lancha pesquera familiar del puerto de Mar del Plata lo está de un buque factoría de alta mar. Los reclutadores del Paraíso eterno ahora también son mediáticos y masivos; Dios no ahorra recursos, tampoco el Diablo. Pero que la estrategia los haga selectivos no significa que lo sea su objetivo, que sigue siendo ser meramente caudaloso.
Si un zambullista se colara en ese juego, le cambiaría el principio que lo mueve (y si los veteranos del juego no se lo permitieran, jugaría como si no rigiese). Aunque el ritmo de conquista le bajara sensiblemente, ante todo le gustaría ser algo selectivo, no sumar sino coleccionar. Se supone que después lo espera una eternidad de convivencia con las almas que se gana. ¿Por qué no habría de (preferir) elegir su compañía para un viaje tan largo? Y entonces preferiría ganar una clase de almas antes que otras; almas por las que sentiría más expectativas, interés y placer –en síntesis, más entusiasmo– en el proceso de ganarlas; almas por las que está dispuesto a demorar la conquista y a aumentar o aglutinar esfuerzos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario